Emakumeen besarkada/ El abrazo de las mujeres

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«El feminismo será antirracista y anticolonial o no será»

Con estas palabras de Angela Davis y siguiendo con la ruta que va marcando el 5M (https://5m5.eu/es/), aprovechamos la semana del día internacional de las mujeres trabajadoras para denunciar una vez más que las mujeres migrantes están expuestas a múltiples violencias de las que el estado es cómplice. Violencias del poder judicial, de un sistema sanitario excluyente, de «cuerpos de (anti)seguridad» que nos represalian por migrar y leyes de extranjería que perpetúan la políticas xenófobas, pensamos en facilitar un espacio para juntarnos.

Proponemos un encuentro entre mujeres, para visibilizar que las mujeres migradas sufren una violencia añadida, soportan/soportamos las cargas triples de la explotación capitalista, el patriarcado y el racismo, una violencia que intenta decirnos que somos ciudadanas de «segunda»… Y ante el riesgo de caer en análisis victimistas, aprovechamos este encuentro para recordar que es el patriarcado quién nos coloca en situación de vulnerabilidad, pero las mujeres migradas y refugiadas son luchadoras, son las protagonistas principales de su propio proyecto, son resilentes y con gran capacidad de enfrentar y tranformar sus vidas…

Es por ello que decidimos reunirnos y celebrar el abrazo de las mujeres migradas, para echar un grito de sororidad que no entienda de fronteras impuestas, para seguir tejiendo redes de resistencia y construir alianzas que nos permitan luchar juntas en la defensa de los derechos humanos y de la libre circulación y movimiento de las personas.

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A CONTINUACIÓN PODÉIS LEER EL MANIFIESTO QUE LEÍMOS DURANTE EL ACTO…

Nuestras compañeras ya nos han dicho que migrar no es un delito. Sin embargo todos los derechos de las personas migradas están sujetos a la ley de extranjería. Es como tener dos constituciones paralelas. La ley de extranjería es la máxima expresión de racismo institucional, ya que las personas migradas no tienen los mismos derechos que las autóctonas. Además esta ley hace la vida más difícil a las mujeres que a los hombres.

Por ejemplo, los difíciles requisitos para la agrupación familiar nos afectan más a nosotras, porque somos quienes mayormente nos encargamos de los cuidados. Cuidamos la familia con la que trabajamos aquí y seguimos cuidando de nuestras propias familias allá, divididas por las fronteras. Muchas veces dejamos nuestros hijos e hijas en cargo de otras mujeres como nuestras madres o hermanas. Y así construimos cadenas transnacionales de cuidados.

Además, los requisitos que se piden para los permisos de residencia no contemplan las realidades de las mujeres migradas. En la ley de extranjería, si trabajas tienes papeles. Si no trabajas no tienes papeles. Pero ¿qué pasa si nos empleamos en el trabajo doméstico?  Es donde estamos muchas. Es un trabajo invisibilizado y desvalorizado, exigente, duro, mal pagado y muchas veces sin contrato, lo que impide el reconocimiento de nuestra contribución a la sociedad, y la regularización de residencias o agrupación familiar.

De la mano de los movimientos feministas, hemos avanzado mucho en el camino hacia la igualdad pero somos conscientes de que aún  tenemos muchos retos por delante y no descansaremos hasta conseguirlo. Pero aún nos cuesta dejar el discurso victimista y paternalista cuando se habla de mujeres migradas. Los estereotipos eurocéntricos dificultan ver a las mujeres de otro color, de otra religión, de otra lengua, de otra cultura u otro acento, con sus/nuestros propios recursos, estrategias y voluntad para dirigir sus/nuestras vidas.

Aun nos cuesta dejar el relativismo cultural cuando toleramos la violencia sexista valorándola como un rasgo de una cultura ajena. Que quede claro: no aceptamos ningún tipo de violencia, venga de dónde venga.

También hay un debate abierto en los feminismos, el de las mujeres en situación de prostitución. Sabemos que muchas de ellas son mujeres migradas en situación de trata. El derecho de las mujeres al trabajo remunerado no es cuestionable, pero muchas veces se hace a costa de otras mujeres que se hacen cargo del cuidado de la familia, imposición que el patriarcado deja en manos de las mujeres. ¿De verdad podemos hablar de liberación de las mujeres si se traspasa el trabajo de los cuidados a los hombros de otra mujer? Otra mujer de otro color, de otro idioma, de otro origen, de otra clase social, porque en el marco del sistema neoliberal y la globalización la opresión de género se suma a la de clase.

Durante el año pasado, presenciamos el escándalo que ocurrió en los campos de fresas de Huelva, donde las mujeres trabajadoras denunciaron la explotación laboral y los abusos sexuales que sufrían, e inmediatamente fueron expulsadas. Ellas nos han dado un lección por su coraje para denunciar y luchar.

Estos son solo algunos de retos que tenemos por delante. Pero desde luego sabemos que la ruta a seguir será continuar luchando juntas. No olvidamos que tenemos una meta común: destruir el patriarcado y construir la igualdad.  Será un camino largo… pero esperamos que los abrazos que tejamos  hoy sean un peldaño más para avanzar hacia la igualdad. Besarkada

 

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